¿ LA CASA IDEAL?…..¿ QUIÉN ERES?

10 enero , 2021

Inevitablemente cuando pensamos cómo nos
gustaría vivir siempre acudimos a referencias conocidas.
Siempre estamos mirando y mirándonos fuera.
Tratamos de rodearnos de mobiliario y objetos atractivos que rellenen el espacio sin más y pretendemos así sentirnos a gusto en casa. Por desconocimiento, además, buscamos resultados estéticos que puedan generar una aparente sensación de equilibrio y creemos que el camino más rápido es mirar lo que hacen otros desde su propio criterio.

Partiendo de esta actitud, que es de lo más habitual, tratamos
de suplir nuestras carencias de conocimiento interior y entendemos nuestros hogares como contenedores estáticos que permanecen impasibles para albergarnos dentro SIN MÁS INTERACCIÓN QUE LA DE ESTAR. Olvidamos cada día que los momentos de quedarnos en casa sintiéndonos bien deberían tener la prioridad sobre el “estar rodeados de cosas”.

La relación con nuestros hogares debe ser fluida, interesante y comunicativa, deberíamos poder prolongar la esencia que somos fuera de nuestro cuerpo y ser nuestras casas una continuación de nosotros mismos. Necesitamos relaciones más íntimas y calmadas con el espacio en el que desarrollamos nuestra vida.

Hay una atmósfera que por intangible e invisible es inapreciable a la mayoría de las sensibilidades, una conexión emocional con la realidad que nos rodea y que parte la relación que tenemos con nosotros mismos y con las personas que viven a nuestro lado.

Entender eso nos conduce a establecer un vínculo de armonía espacio-personal que marca el camino de muestro hogar como un reflejo de lo que somos en cada momento.

Debemos ser conscientes de nuestra propia evolución personal y dejar que el hogar nos acompañe en cada etapa ajustandose a nuestras transformaciones con total naturalidad.

No somos iguales durante toda la vida pero nuestras casas aguantan impertérritas y estáticas al margen de los cambios que atravesamos a lo largo de los años.

ESTAR PREPARADOS PARA EVOLUCIONAR CON NUESTROS HOGARES Y SER CONSCIENTES DE ELLO es mostrarnos coherentes con la postura sincera de nuestra propia esencia.

¿Dónde vives?

11 mayo , 2020

Acumulamos, acumulamos mucho. El impulso inicial que nos precipita sobre algo atractivo es difícil de controlar. Siempre hay una excusa para justificar nuestro deseo de posesión. Sin embargo las cosas que adquirimos de esta forma explosiva pasan DE MARAVILLA A CHISME en muy poco tiempo.

Son muchos los hogares en los que el repertorio de chismes caducados habita de forma inconexa e invisible a la percepción de los sentidos. No vemos que la saturación de objetos vacíos e innecesarios convierte nuestros espacios
de vida en BAZARES DE SOUVENIRS al por mayor. No somos conscientes de que hay un miedo inexplicable a prescindir de lo superfluo, de lo que ya no nos aporta y condiciona nuestra vida; estamos acostumbrados a una estética fija para nuestros hogares, a almacenar recuerdos de muchos pasados , a un…. «lo tengo porque siempre ha estado ahí», a un «ya no lo veo ni feo», hasta «me gusta» o…. «con lo caro que me costó». ¿Qué sentido tiene todo esto?.

Una curiosidad innata me lleva a preguntarme si llegará un momento en el que empezaremos a ser conscientes de que es absurdo condicionar nuestras necesidades de vivir a gusto para hacer hueco a cosas que no merecen la pena. Cuando somos capaces de estar presentes en nuestra realidad aprendemos a VALORAR LO INTANGIBLE por encima de los objetos, aparecen prioridades ineludibles que SÍ aportan equilibrio y bienestar:  la orientación, la luz, el aire nuevo , las texturas amables, el confort de la ergonomía, las puertas abiertas a la renovación, el todo es prescindible, la compañía de plantas y animales, la temperatura exacta, un orden coherente… o un verse conectado y acompañado por el espacio que nos contiene.

El hogar vive con nosotros y para nosotros, le damos para darnos, sólo hay que entender lo que de verdad importa. Los objetos adquiridos por un impulso repentino a menudo no llenan nuestros vacíos sino que abren vacíos nuevos.
Y conservar, sólo conservar piezas únicas, maravillosas, materiales extraordinarios, sensaciones en un lienzo, libros sin principio ni fin, cosas especiales que nos estremecen, nos transportan y se mantienen vivas a nuestro lado; cosas que nos son visibles cada día. Nos reconforta mirar, objetos que nunca serán chismes, que serán imprescindibles, excelentes y estarán muy lejos de encojernos o convertir nuestro entorno en un BAZAR DE EXCENTRICIDADES para mostrar al mundo como no somos.