Siempre estamos esperando algo,algo de nosotros mismos, algo de los demás, algo de las circunstancias que vivimos……
Hacemos conjeturas irreales con unas expectativas que a menudo no encajarán con lo que habíamos proyectado.
Parece que la forma más ordenada que conocemos para acercarnos a la sensación de bienestar conocida como FELICIDAD se reduce a plantear objetivos en nuestros inciertos futuros llenos de los ingredientes que pensamos nos funcionarán. Nos esforzamos en dilucidar qué nos llevará al éxito profesional, en recrear a la persona perfecta para compartir nuestra vida, en calcular con precisión cómo con el esfuerzo y la constancia necesarios lograremos alcanzar la imagen de persona excepcional que nos gustaría dar.
La lástima es tener que llegar al final de la vida para ser consciente de que no tenemos el control total,y ni siquiera parcial de los hechos que nos convierten en lo que vamos siendo. ¡Qué falta de confianza para con nosotros mismos!. ¡Cúanto error en las búsquedas hacia afuera en vez de hacia adentro!. ¡Qué cansancio escuchar de los demás lo que debemos ser!. ¡Cuánta tendencia a pensar en nuestra autosuficiencia para todo!. ¡Qué pocas miradas de certeza en quién nos mira!.
¿Y si asumimos la maravilla de los resultados inesperados aunque no haya explicación posible a por qué se producen? Nos mereceremos los buenos y los malos y ambos serán nuestro trampolín hacia una conciencia superior, que no dejara indiferente a quién sepa percibirse en ella. PUES NO, NO ES TAN SENCILLO NI TAN DIFÍCIL. Cuando alguien analiza la trayectoria que ha marcado su vida reconoce muchos momentos y acontecimientos inesperados que han sido los que realmente han dado un impulso ( a priori no siempre hacia arriba) o han originado un cambio sustancial para su crecimiento en todos los sentidos.