Inevitablemente cuando pensamos cómo nos
gustaría vivir siempre acudimos a referencias conocidas.
Siempre estamos mirando y mirándonos fuera.
Tratamos de rodearnos de mobiliario y objetos atractivos que rellenen el espacio sin más y pretendemos así sentirnos a gusto en casa. Por desconocimiento, además, buscamos resultados estéticos que puedan generar una aparente sensación de equilibrio y creemos que el camino más rápido es mirar lo que hacen otros desde su propio criterio.
Partiendo de esta actitud, que es de lo más habitual, tratamos
de suplir nuestras carencias de conocimiento interior y entendemos nuestros hogares como contenedores estáticos que permanecen impasibles para albergarnos dentro SIN MÁS INTERACCIÓN QUE LA DE ESTAR. Olvidamos cada día que los momentos de quedarnos en casa sintiéndonos bien deberían tener la prioridad sobre el “estar rodeados de cosas”.
La relación con nuestros hogares debe ser fluida, interesante y comunicativa, deberíamos poder prolongar la esencia que somos fuera de nuestro cuerpo y ser nuestras casas una continuación de nosotros mismos. Necesitamos relaciones más íntimas y calmadas con el espacio en el que desarrollamos nuestra vida.
Hay una atmósfera que por intangible e invisible es inapreciable a la mayoría de las sensibilidades, una conexión emocional con la realidad que nos rodea y que parte la relación que tenemos con nosotros mismos y con las personas que viven a nuestro lado.
Entender eso nos conduce a establecer un vínculo de armonía espacio-personal que marca el camino de muestro hogar como un reflejo de lo que somos en cada momento.
Debemos ser conscientes de nuestra propia evolución personal y dejar que el hogar nos acompañe en cada etapa ajustandose a nuestras transformaciones con total naturalidad.
No somos iguales durante toda la vida pero nuestras casas aguantan impertérritas y estáticas al margen de los cambios que atravesamos a lo largo de los años.
ESTAR PREPARADOS PARA EVOLUCIONAR CON NUESTROS HOGARES Y SER CONSCIENTES DE ELLO es mostrarnos coherentes con la postura sincera de nuestra propia esencia.