Quiero la arena coloreada,
ahora sin vida y perfecto en la
pantalla lo lanzo a un espacio invisible y
Mañana volveré a la playa
algo real, tangible y momentáneo,
estará muerto y, sin que nadie lo sepa,
Acumulamos, acumulamos mucho. El impulso inicial que nos precipita sobre algo atractivo es difícil de controlar. Siempre hay una excusa para justificar nuestro deseo de posesión. Sin embargo las cosas que adquirimos de esta forma explosiva pasan DE MARAVILLA A CHISME en muy poco tiempo.
Son muchos los hogares en los que el repertorio de chismes caducados habita de forma inconexa e invisible a la percepción de los sentidos. No vemos que la saturación de objetos vacíos e innecesarios convierte nuestros espacios
de vida en BAZARES DE SOUVENIRS al por mayor. No somos conscientes de que hay un miedo inexplicable a prescindir de lo superfluo, de lo que ya no nos aporta y condiciona nuestra vida; estamos acostumbrados a una estética fija para nuestros hogares, a almacenar recuerdos de muchos pasados , a un…. «lo tengo porque siempre ha estado ahí», a un «ya no lo veo ni feo», hasta «me gusta» o…. «con lo caro que me costó». ¿Qué sentido tiene todo esto?.
Una curiosidad innata me lleva a preguntarme si llegará un momento en el que empezaremos a ser conscientes de que es absurdo condicionar nuestras necesidades de vivir a gusto para hacer hueco a cosas que no merecen la pena. Cuando somos capaces de estar presentes en nuestra realidad aprendemos a VALORAR LO INTANGIBLE por encima de los objetos, aparecen prioridades ineludibles que SÍ aportan equilibrio y bienestar: la orientación, la luz, el aire nuevo , las texturas amables, el confort de la ergonomía, las puertas abiertas a la renovación, el todo es prescindible, la compañía de plantas y animales, la temperatura exacta, un orden coherente… o un verse conectado y acompañado por el espacio que nos contiene.
El hogar vive con nosotros y para nosotros, le damos para darnos, sólo hay que entender lo que de verdad importa. Los objetos adquiridos por un impulso repentino a menudo no llenan nuestros vacíos sino que abren vacíos nuevos.
Y conservar, sólo conservar piezas únicas, maravillosas, materiales extraordinarios, sensaciones en un lienzo, libros sin principio ni fin, cosas especiales que nos estremecen, nos transportan y se mantienen vivas a nuestro lado; cosas que nos son visibles cada día. Nos reconforta mirar, objetos que nunca serán chismes, que serán imprescindibles, excelentes y estarán muy lejos de encojernos o convertir nuestro entorno en un BAZAR DE EXCENTRICIDADES para mostrar al mundo como no somos.
El diseño al igual que el agua siempre encuentra su camino. Las ideas, producto de miles de pensamientos conectados, comienzan a fluir a partir de un estímulo inspirador. No hay principios establecidos ni normas que dicten un proceso creativo.
¿Y si el diseño final siempre hubiese estado ahí? ¿ Y si sólo hay que dejar que aparezca?.
Un proyecto te necesita en blanco para ser único, estar abierto a cualquier idea, hacer que surjan elementos inesperados, colores sin identificar y materiales a los que se les puede cambiar el uso. Tener parámetros rígidos, alicientes económicos, identificaciones de estatus o bases de formación pobres dan como resultado trabajos mediocres y sin alma. Siempre me ha gustado ver mis proyectos como hijos que poco a poco llegan a la independencia.
Partiendo de un origen siempre diferente estos “ hijos “ van acomodando necesidades a su propia personalidad. Ellos van marcando el ritmo de su proceso y señalando la dirección más adecuada.
Es cierto que siempre hay referencias de estilo, de texturas, den tonalidades etc, pero …… dejar la puerta abierta a la experimentación es básico para no caer en la monotonía de un trabajo mecánico. Se ponen muchas ilusiones y muchas expectativas en un hijo, sin embargo éste tiene una vida propia y hay decisiones en las que a penas puedes intervenir.
Sentirnos orgullosas de nuestros hijos es lo que queremos todas las madres, en un proyecto AUTÉNTICO ( y con esto me refiero a uno que sea bien entendido por todas las partes) no sólo nos sentiremos orgullosos por el resultado, sino por haber dejado que nos enseñe, que se nos muestre tal como quería ser, que sintamos algo especial envueltos en sus formas y acabados, en definitiva en perfecta conexión. Conectar es lo que necesitamos más que nunca, relacionarnos, percibir al otro, saber qué hay detrás, descubrir su esencia, sacar lo mejor y disfrutar de cada paso, de cada alegría y cada enseñanza, sólo así seremos libres para crear y proyectar el futuro.